Con el proceso de envejecimiento es frecuente que en las personas mayores aparezcan limitaciones sensoriales y físicas. Es por ello que en los últimos años ha crecido el interés por el estudio por limitaciones cognitivas que comienzan a surgir a partir de los 70 años, que están estrechamente ligadas a un concepto de vital importancia para el sector, la fragilidad social en personas mayores.
Fragilidad social: ¿Qué es?
La fragilidad social hace referencia a un estado geriátrico que se caracteriza por ser una situación en la que una persona mayor se encuentra sin recursos suficientes para satisfacer sus necesidades sociales básicas.
La fragilidad social quiere decir riesgo a perder tanto habilidades, o capacidades sociales para satisfacer necesidades sociales que son básicas para el desarrollo de la vida
De esta forma, la fragilidad social nace como un concepto nuevo dentro de la gerontología, aunque todavía existen dudas entre profesionales del sector gerontológico sobre si tratar la fragilidad social desde una dimensión física, unido al riesgo de caídas, o si tratarlo como un concepto multidimensional.
Además, la fragilidad social se aprecia claramente en aspectos como la convivencia con otras personas, en la sensación de sentirse útil en una actividad o en cómo afecta la soledad en personas mayores.
Orígenes del concepto de fragilidad en personas mayores
Hay que remontarse al año 1978 para encontrar los primeros estudios referentes a la fragilidad en las personas mayores. En concreto, cuando el “Federal Council on Aging” en Estados Unidos habló por primera vez del término “anciano frágil”.
Desde ese momento, la fragilidad se ha convertido en un importante concepto en la investigación sobre el envejecimiento y el cuidado de personas mayores.
En este sentido, Gobbens, Luijkx, Wijnen-Sponselee & Schols, todos ellos investigadores de la gerontología, definen la fragilidad como “un estado dinámico que afecta a un individuo que experimenta pérdidas en uno o más dominios del funcionamiento humano (físico, psicológico y social) que son causados por la influencia de una gama de variables, y que aumenta el riesgo de resultados adversos”.
Es decir, es la primera vez que se habla de la fragilidad en la persona mayor desde otras perspectivas de estudio.
Algunos experimentos que hablan de la fragilidad desde una dimensión social
Aunque como se ha comentado son pocos los estudios y análisis científicos que permitan esclarecer conclusiones convincentes en torno a este tema, sí que se han publicado diferentes impactos emanados de expertos del sector en revistas y webs de referencias de los cuidados de personas mayores.
Ser frágil físicamente no va estrechamente ligado a la fragilidad social
Un primer estudio publicado en la Revista Europea de Envejecimiento trata esta temática mediante un muestreo de personas mayores.
La fragilidad se midió al inicio del estudio mediante el Indicador de fragilidad de Groningen (GFI), que comprende una dimensión física, cognitiva, social y psicológica. Solo se incluyeron en el estudio personas frágiles que, además de ser frágiles físicamente, lo eran de manera cognitiva y sensorial.
La muestra examinó a 334 personas mayores, con una media de edad de 78,1 años con un 40,1% de hombres y un 59,9% de mujeres
Los resultados de este estudio desvelaron algo curioso: las personas físicamente frágiles no corren riesgo de sufrir discapacidad en las actividades cotidianas ni una pérdida de calidad de vida o ingreso hospitalario por el mero hecho de ser frágiles físicamente.
Es decir, la fragilidad social, de acuerdo a este muestreo, tiene que ver con otros aspectos que no son la vulnerabilidad física.
La relación entre la fragilidad multidimensional y la dependencia en las actividades
Por otra parte, otro estudio publicado en ScienceDirect, ha tratado la relación existente entre la fragilidad desde una dimensión social y la dependencia a la hora de realizar las actividades cotidianas.
Todo ello desde un punto de vista de la prevención como factor diferencial, siendo éste clave para detectar si existe conexión entre la fragilidad multidimensional y la dependencia hacia actividades cotidianas básicas.
Para ello, se realizó un examen de 24 meses de duración con 1027 personas mayores de 65 años.
La fragilidad multidimensional se midió con el indicador de fragilidad de Tilburg y la dependencia de AVD con el indicador de actividad de Groningen.
Tanto el indicador de fragilidad de Tilburg como el indicador de actividad de Groningen son dos tipos de instrumentos sociológicos y gerontológicos
En conclusión, las personas mayores frágiles tenían el doble de riesgo de desarrollar dependencia de actividades de la vida diaria después de 24 meses en comparación con las personas mayores no frágiles.
Es decir, las personas mayores frágiles multidimensionales tienen un mayor riesgo de desarrollar dependencia en actividades rutinarias, descartando la hipótesis inicial de que la prevención de la dependencia estuviese estrechamente ligado a la fragilidad social.
¿Existe asociación entre la fragilidad social y los problemas de audición y deterioro cognitivo?
La esfera de la fragilidad social ha querido abarcar muchos más campos de la gerontología, como por ejemplo el deterioro cognitivo y la pérdida de audición.
En este caso, otra investigación gerontológica publicada en ScienceDirect se sirvió de 4251 participantes de la tercera edad, en concreto, con una media de edad de 72,5 años que cumplían ambos requisitos para dicha prueba:
- Problemas de audición reconocidos.
- Problemas de memoria, atención, función cognitiva y ejecutiva, así como ralentización de procesamiento de información.
Los resultaron atisbaron que los participantes con deterioro cognitivo leve exhibieron mayores cocientes de fragilidad social, confianza en las respuestas y problemas de audición, pero no se puso afirmar que el deterioro cognitivo leve estuviese íntimamente ligado la la fragilidad social y a los problemas de audición, puesto que entran en juego otros parámetros a medir.
En otras palabras, tanto la fragilidad como los problemas de audición son independientes al deterioro cognitivo leve y, por tanto, se necesitan estudios más profundos para dilucidar el papel que tiene la fragilidad social en la asociación entre la discapacidad auditiva y el deterioro cognitivo leve.
Conclusiones
El propósito de estos estudios no es otro que identificar a los adultos mayores en riesgo de fragilidad social y diseñar intervenciones para prevenir su deterioro funcional y, por lo tanto, prevenir resultados adversos para la salud.
Además, la fragilidad social en personas mayores todavía atisba un futuro de investigaciones para estudiar y comprobar la relación de esta con otros problemas de salud y detectar, efectivamente, qué grado tiene de importancia el proceso de fragilidad social en la calidad de vida de las personas de edad avanzada.
Para ello, futuras investigaciones deberían centrarse en la descripción de perfiles de fragilidad psicológica y social, en la detección de personas susceptibles de ser frágiles y, finalmente, en definir instrumentos precisos para detectar personas frágiles, que deberían convertirse en los estándares de oro en futuras investigaciones