¿Por qué aumentan las cifras de maltrato a ancianos en España? Análisis de una trágica situación

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Según datos del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, el 16,8% de las personas mayores sufrieron algún tipo de maltrato en 2023.

La Organización Mundial de la Salud ha alertado en repetidas ocasiones sobre el creciente número de casos de maltrato a personas de edad avanzada. Pero, ¿qué nos ha llevado como sociedad a olvidarnos de aquellos que nos nutrieron con afecto, nos transmitieron el coraje por luchar por construir un mundo mejor y nos legaron los principios que ponían en valor los cuidados? Gran parte de lo que somos se lo debemos a nuestros mayores, quienes en su momento realizaron los sacrificios indispensables para sacar adelante a nuestras familias y construyeron las bases de nuestra sociedad actual.

Mientras en culturas orientales e incluso en Latinoamérica los ancianos siguen siendo piezas fundamentales en el núcleo social y familiar, en el mal llamado ‘primer mundo’ se ha apoderado de nosotros una visión nihilista de la vida; todo parece carecer de sentido y valor. Esta visión conduce a un individualismo y egoísmo que llega a extremos insospechados, y que nos lleva a entender la vejez como una etapa de decrepitud, y a ver a los mayores como molestos, caducos e innecesarios.

España ‘no es país para viejos’

Comenzábamos este artículo mencionando que casi un 20% de los ancianos españoles han vivido situaciones de maltrato, ya sea físico o psicológico. Sin embargo, si analizamos también los casos de abandono, la cifra se eleva hasta un 50%. Dicho de otro modo, la mitad de las personas mayores de nuestro país se enfrenta a situaciones de soledad no deseada, según se afirmó durante la jornada organizada por la Federación de Pensionistas en Aranda del Duero (Burgos), el pasado 6 de febrero.

Si tenemos en cuenta que muchos de estos casos siguen siendo invisibles y no se han denunciado, podemos intuir que las cifras reales son muy superiores, por lo cual estaríamos hablando de un verdadero mal endémico, reflejo de una sociedad edadista.

Anciano maltratado sentado en un sofá, con la cabeza apoyada en las manos

Aunque pudiera parecer que estas situaciones se producen únicamente en el ámbito familiar (la mayor parte de las veces sí ocurre de este modo), lo cierto es que el problema va más allá. En las residencias y centros de día vemos casos de abandono y abusos que se producen de manera tanto consciente como inconsciente. Recientemente nos llegaba la noticia de que en Sevilla habían procesado a dos directoras y algunas trabajadoras de residencias de mayores por situaciones de maltrato ocurridas durante la pandemia del Coronavirus, pero también son frecuentes las quejas de que los gerocultores se ven desbordados por la carga de trabajo y esto no les permite atender a los mayores con la delicadeza y empatía que merecen.

Por otra parte, las llamadas de ancianos que piden ayuda en el teléfono contra el maltrato van en aumento, aunque como reconoce María José Sánchez, directora de esta línea a nivel nacional, “este aumento se debe a que el recurso es más conocido, no significa que haya más abuso o maltrato”. Sea como fuere, el hecho de que esta problemática cada vez se vaya visibilizando más no significa que sea menos preocupante y que como sociedad no debamos reconocer que tenemos un problema que se nos está yendo de las manos.

Tipos de maltrato: la importancia de conocer para prevenir

Podríamos dividir el maltrato en dos grandes categorías: aquel que se produce por acción y el que se produce por omisión. El maltrato producido por acción engloba todos aquellos actos que provocan daño o sufrimiento, tanto físico como emocional. En esta categoría incluiríamos: desprecios, humillaciones, insultos, chantaje emocional, agresiones físicas, abusos sexuales, etc. En cuanto al maltrato por omisión, podemos afirmar que se basa en la negligencia o falta de atención de las necesidades básicas de las personas mayores. Esto puede incluir no proporcionar la alimentación adecuada, cuidados médicos, higiene, compañía, y cualquier otra forma de asistencia necesaria para garantizar su bienestar y calidad de vida.

Los factores de riesgo que aumentan la vulnerabilidad de los ancianos al maltrato son diversos y pueden influir tanto a nivel individual como contextual:

  • La pérdida de autonomía y la necesidad de ayuda para realizar actividades básicas de la vida diaria, como vestirse, alimentarse o desplazarse, pueden hacer que los ancianos sean más susceptibles al maltrato, ya sea por parte de cuidadores familiares o profesionales. Esta situación, a su vez, puede comportar un aislamiento social que suma al mayor en una situación de soledad e impida que pueda pedir ayuda.
  • Las enfermedades mentales son otro factor a tener en cuenta. Trastornos como la demencia, el alzhéimer o incluso la depresión dificultan la comunicación y la capacidad de poner límites.
  • La falta de apoyo familiar también deja a los ancianos en posición de vulnerabilidad ante las situaciones de abuso.
  • La carencia de recursos económicos y la precariedad puede conllevar situaciones de abuso relacionadas con el dinero, que implican que las personas roben o exploten financieramente a los mayores.

Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto, ¿qué acciones se pueden llevar a cabo para terminar con esta situación? Desde luego, las campañas de sensibilización cobran un papel crucial en este asunto. Mostrar una realidad molesta y dolorosa es lo que nos permite empatizar con la problemática y decidir tomar acción para evitar y denunciar este tipo de situaciones. Asimismo, resulta crucial que se devuelva a los mayores el papel en la sociedad que nunca debieron dejar de ocupar. Poner en valor sus historias de vida y experiencias, favorecer que formen parte de las comunidades e instituciones y tener en cuenta sus opiniones, consejos y vivencias no sólo les permite mantener vivo su propósito y sentirse valiosos, sino que también, al resto de la población, nos proporciona un valor incalculable.

Mujer mayor maltratada apoya la cabeza en la ventana mientras cierra los ojos

Por otra parte, es importante seguir luchando por terminar con el lenguaje que estigmatiza, ridiculiza e infantiliza a los ancianos, así como con los tópicos que mantienen estereotipos absurdos. No olvidemos que, la forma en la que hablamos determina la manera en la que pensamos.

¿Nuestra sociedad occidental se ha vuelto insensible ante el sufrimiento de los mayores?

Es cierto que en algunas culturas los mayores tienen un peso y una relevancia social más marcados que en otras. En estas sociedades, los ancianos suelen ser respetados y valorados por su sabiduría, experiencia y contribuciones pasadas a la comunidad. Se les considera como pilares fundamentales de la familia y la sociedad, y se les otorga un papel de autoridad y liderazgo en la toma de decisiones y la transmisión de conocimientos y tradiciones a las generaciones más jóvenes. Incluso en las sociedades más desarrolladas de Occidente, hasta mediados del siglo XX, a los ancianos se les mostraba un respeto especial y se les otorgaba un papel relevante en la familia.

Pero son justamente estas sociedades ‘avanzadas’ las que han evolucionado hacia unos derroteros moralmente cuestionables. En un mundo donde todo se mide en términos de productividad y eficiencia, parece que la fragilidad, la vejez y los cuidados son una molestia que pone en peligro el éxito de los que aún preservan su juventud olvidando, desde luego, que los años pasan para todos y que la vejez no es más que el sino que tarde o temprano alcanzaremos, por invencibles que nos creamos. Un mundo que valora la inmediatez sobre todas las cosas, no está dispuesto a pararse a escuchar. Lo que no ‘sirve’, se aparta; lo roto, se tira; lo que no funciona, no se repara; se sustituye. Esta visión egoísta e individualista no sólo se traduce en una pérdida de consideración hacia los mayores, sino también en una dificultad general para construir relaciones humanas sanas y de calidad.

El camino hacia la recuperación de los valores perdidos no será fácil pero, desde luego, valdrá la pena. La decadencia moral de nuestros días no es más que el reflejo de haber vivido en tiempos fáciles, quizás demasiado fáciles. Pero al final, tomando la historia como ejemplo irrefutable de que este tipo de procesos son cíclicos, y que el ser humano tarde o temprano vuelve a luchar por recuperar aquello que perdió por darlo demasiado por sentado, podemos vaticinar que la creciente visibilidad y denuncia de esta problemática es precisamente el reflejo de una toma de conciencia.

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