Hiporexia: qué es, causas y tratamiento

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Aunque quizá el nombre no es tan conocido como el de otras dolencias, la hiporexia es muy frecuente durante la vejez: más del 60% de las personas mayores la padecen. En el caso de los mayores de 80 años, el porcentaje aumenta al 90%. ¿Pero de qué se trata? En estas líneas lo contamos:

¿Qué es la hiporexia?

La hiporexia es la disminución parcial del apetito. Ese es el nombre clínico que se utiliza para describir esta problemática.

Las personas mayores tienden a comer menos con el paso de la edad porque su estómago reclama menos cantidad y porque su actividad y necesidades físicas son menores que antes.

Causas de la hiporexia

La hiporexia puede aparecer, como señalamos en el párrafo anterior, como algo característico del envejecimiento. Sin embargo, es conveniente analizar bien por qué se produce esta falta de apetito, porque puede deberse a otras causas de diversa índole y gravedad:

Factores psicológicos

La causa más común de la hiporexia es la soledad. Está demostrado que las personas mayores que viven solas tienen una peor calidad de vida que aquellas que gozan de compañía diaria. Esta soledad les conduce a un estado de tristeza, ansiedad y depresión que reduce sus ganas de alimentarse, así como de realizar cualquier tipo de actividad social.

A este bajo estado de ánimo se le suma otra consecuencia más de la soledad: dejar de cocinar, pues no tienen ánimo ni fuerzas para preparar platos apetecibles y, en muchas ocasiones, prefieren no comer a tener que cocinar para ellos solos.

Otra de las razones de la pérdida de apetito es el paso de largas temporadas en el hospital o el ingreso no voluntario en una residencia, circunstancias que, como también sucede con la soledad, pueden provocar la aparición de una depresión permanente.

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Factores fisiológicos

Además de los asociados al estado emocional de nuestros mayores, existen otros factores físicos y orgánicos que pueden provocar la falta de ganas de comer. Entre ellos, destacan dos como los más comunes:

  • La presencia de enfermedades como el cáncer (páncreas, colon, ovario, estómago) o aquellas provocadas por un trastorno digestivo y del sistema hepático. Asimismo, puede deberse a otras afecciones frecuentes en los ancianos como la demencia.
  • La ingesta de algunos fármacos especialmente fuertes para el estómago, como aquellos que se suministran durante un tratamiento oncológico. La morfina también puede hacer perder el apetito.

¿Cómo detectar la hiporexia?

En muchas ocasiones, no detectamos este problema alimentario porque lo asociamos con lo “normal” a cierta edad. Esto supone un riesgo para nuestro familiar, ya que no podremos evitar las consecuencias que de esta dolencia se deriven.
Por ello, es de mayúscula importancia que detectemos las señales que nos indiquen que estamos ante la hiporexia, siendo estas las más habituales:

  • La falta de apetito se prolonga durante varias semanas, persistiendo de manera permanente.
  • Inapetencia de alimentos y platos con los que siempre había disfrutado.
  • Mayor debilidad y cansancio.

Únicamente podremos advertir estos síntomas si realizamos un seguimiento continuo y estable de su rutina alimentaria. Este solo podrá llevarse a cabo si goza de la compañía de un familiar o de un cuidador, quien estará atento de cada problemática que en su nutrición diaria le pueda surgir.

Asimismo, el blog de Sanitas refleja una serie de enfermedades que pueden provocar aunque no forma directa una pérdida sustancial de apetito o hiporexia:

  • Determinados tipos de cáncer: páncreas, colon, estómago u ovario.
  • Enfermedad hepática crónica.
  • Insuficiencia renal crónica.
  • EPOC.
  • Demencia.
  • Insuficiencia cardíaca.
  • Hepatitis.
  • Uso de ciertos medicamentos, como los tratamientos de quimioterapia, la codeína o la morfina.

Consecuencias de la hiporexia

La falta de ganas de comer y, si esta no se trata, la gran disminución del consumo de múltiples nutrientes necesarios para mantener el buen funcionamiento del organismo puede provocar las siguientes consecuencias:

  • Desnutrición. Es una de las consecuencias más graves, puesto que la problemática no se reduce a ella en sí, sino a todos los problemas de salud que esta provoca. Por ejemplo, una peligrosa bajada de defensas que hará que nuestro mayor sea más susceptible a padecer infecciones o diversas complicaciones de salud. En los casos más graves, puede conllevar, incluso, a la muerte.
  • Agravamiento de las enfermedades que ya posee. Debido al debilitamiento del sistema inmunitario provocado por la falta de nutrientes, el cuadro clínico de las dolencias que aqueja puede complicarse.
  • Anemia. La falta de una alimentación apropiada puede provocar una carencia de hierro y desembocar en esta enfermedad que genera complicaciones de salud como fatiga, cansancio, disnea, taquicardias, pérdida de memoria, somnolencia o alteración del gusto.
  • Caídas frecuentes. Los músculos pierden fuerza, lo que, junto con el propio cansancio, aumenta el riesgo de sufrir caídas tanto en el propio domicilio como en el exterior.
  • Trastornos mentales. En un estadio avanzado de la enfermedad, la persona puede sufrir problemas psicológicos de notable consideración, incrementados por el deterioro cognitivo provocado por la falta de vitaminas.

Diferencia entre anorexia e hiporexia

Puede que, por la formación de la propia palabra, asociemos la hiporexia a la anorexia. Aunque ambas son enfermedades relacionadas con el apetito y la alimentación, no son, por supuesto, lo mismo.

Mientras que el significado de la hiporexia es, como hemos señalado anteriormente, la merma parcial del apetito, la anorexia hace referencia a la ausencia total de este. No obstante, la diferenciación clínica entre ambas afecciones presenta cierta dificultad, pues el apetito no es fácilmente medible y estas pueden llegar a confundirse entre sí.

En cuanto a la edad media de los pacientes que las sufren, la anorexia es mucho más frecuente durante la adolescencia y primeros años de la edad adulta, mientras que, por el contrario, la hiporexia es, tal y como hemos indicado al comienzo de esta entrada, característica de las personas de edad avanzada.

Tratamiento de la hiporexia

El tratamiento más satisfactorio y eficaz se basa en el seguimiento pormenorizado del paciente y el mantenimiento de una rutina alimentaria equilibrada y estable. Para conseguirlo, deberemos llevar a cabo lo siguiente:

Adaptar los hábitos alimenticios a la situación actual

No debemos fijar o mantener un horario rígido de comidas, sino que lo más adecuado es ofrecerle comida siempre que lo desee, sea el momento del día que sea, pues hay que aprovechar que durante ese instante tiene mayor apetito.

Menos comida, más veces al día

Lo recomendable es, si nuestro mayor así lo reclama, que los platos sean menos abundantes, pero que el número de comidas diarias no sea inferior a 5 ó 6. Así, con esta frecuencia, compensaremos la poca cantidad de las comidas principales.

En esta época estival a la que nos encaminamos, la falta de apetito se verá todavía más aumentada, por lo que deberemos tenerlo en cuenta para confeccionar un menú que contenga todos los nutrientes necesarios para reducir el riesgo de sufrir una deshidratación. 

Ayudar a la deglución

Si nuestro familiar sufre algunas complicaciones de salud como disfagia o no es capaz de masticar correctamente y es por esto por lo que ha perdido el apetito, la mejor forma de solucionar esta dificultad es mediante la preparación de una dieta de fácil masticación (con alimentos como purés, lácteos o verduras hervidas). 

Preparar comida atractiva visualmente

De igual forma que la facilidad para masticar es determinante, también lo es el agrado visual. Si preparamos una comida que le entre por los ojos a nuestro familiar, tendremos mucho camino hecho para conseguir que ingiera el plato al completo.

Evitar forzar la ingesta o reñirle

La paciencia debe ser la base sobre la que se sustenten nuestros cuidados, especialmente cuando nuestro mayor se muestra muy reticente a realizar una actividad en concreto, como, en este caso, comer. Sin ninguna prisa y con una buena actitud, conseguiremos que disfrute de lo que le hemos preparado.

Proporcionar los medicamentos prescritos

Tras valorar el caso de nuestro familiar, el médico podrá recomendar la toma de medicamentos que estimulen el apetito. Entre ellos, uno de los más utilizados es el jarabe para la hiporexia. Para garantizar que nuestro mayor se lo toma, deberemos prestarle una dedicación diaria absoluta.

Los conocimientos y habilidades requeridos para llevar a cabo este tratamiento de una forma eficaz están englobados en una figura profesional: el cuidador de personas mayores. Este, además de conocer a la perfección el tipo de cuidados específicos que cada paciente necesita, es capaz de ofrecer la atención emocional gracias a la que nuestro familiar volverá a recuperar la ilusión y motivación por esta etapa vital y, con ellas, el apetito.

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