Diferencia entre autonomía e independencia en la tercera edad

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Daniel Ibiza

Por: Daniel Ibiza

CEO-fundador, trabajador social

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Pueden parecer sinónimos, de hecho, en muchas ocasiones en situaciones rutinarias se usa “autonomía” e “independencia” como términos que significan lo mismo, pero realmente no es así, sobre todo en lo referente a personas mayores.

Mientras que el término “dependencia” extrapolado al mundo del cuidado de personas mayores se refiere a que una persona depende de algo o alguien, la autonomía en la tercera edad viene condicionada por la toma de decisiones de forma voluntaria.

¿Qué es la dependencia en personas mayores?

Atendiendo al significado riguroso del término “dependencia” de personas mayores, es el estado de carácter permanente en el que se encuentran  por edad, enfermedad o discapacidad las personas mayores, requieren de la atención o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria.

En España hay más de 1 millón de personas dependientes de otra persona, según datos de EpData.

Se trata de un concepto que el Consejo de Europa en el año 1997 lo define como “la necesidad de aquellas personas que, por razones ligadas a la falta o pérdida de capacidad física, psíquica o intelectual, requieren de asistencia y/o ayuda importante para la realización de las actividades de la vida diaria“.

Por su parte, el diccionario de la Real Academia Española define “dependencia” como “la situación de una persona que no puede valerse por sí misma”.

Dependencia, ligado a la edad y a la permanencia

Una de las características intrínsecas de la dependencia es que es de carácter permanente.

Del mismo modo, existe una estrecha relación entre la dependencia y la edad, pues el porcentaje de individuos con limitaciones en su capacidad funcional aumenta conforme se cumple mayor edad.

Tanto es así que ese aumento en las tasas de prevalencia por grupos de edad no se produce a un ritmo constante, sino que existe alrededor de los 80 años, momento en que dicho aumento se acelera notablemente.

La dependencia se muestra como un problema estrechamente vinculado al envejecimiento demográfico

Un cuidador coge del brazo a dos personas mayores mientras dan un paseo con claros gestos de complicidad entre ellos.

No obstante, la dependencia recorre toda la estructura de edades de la población, ya que puede estar presente desde el nacimiento, o desencadenarse a consecuencia de un accidente o una enfermedad aguda en la infancia, juventud o vida ya adulta, pero sí que es cierto que aparece con mayor frecuencia a medida que se envejece debido a la presencia de enfermedades crónicas como el Alzhéimer en personas mayores, artritis, osteoporosis o la enfermedad de Párkinson, entre otras.

Por último, en el marco de la Conferencia Ministerial de la Región Europea de Naciones Unidas sobre Envejecimiento se incentivó la utilización del término “dependencia” para referirse a las necesidades de las personas mayores y personas con discapacidad que precisan de atención y apoyo para desenvolverse en las actividades fundamentales de la vida diaria.

¿Es lo mismo dependencia que discapacidad?

Categóricamente, no. El grado de dependencia de una persona mayor viene determinado por la necesidad que tiene de la ayuda de otras personas para realizar actividades básicas en el día a día.

Mientras que el grado de discapacidad de las personas mayores se refiere a la ausencia o limitación que cuenta una persona mayor para su integración social.

Se puede decir que la dependencia es un estado permanente de necesidad de ayuda por edad, enfermedad o discapacidad.

¿Qué es la autonomía en personas mayores?

La autonomía en personas mayores es otro término que requiere dejar bien claro, y la legislación española también lo trata:

“Es la capacidad de controlar, afrontar y tomar, por iniciativa propia, decisiones personales acerca de cómo vivir de acuerdo con las normas y preferencias propias, así como de desarrollar las actividades básicas de la vida diaria“.

La autonomía funcional es la posibilidad de hacer por uno mismo las actividades de la vida cotidiana y, cuando se habla de “pérdida de autonomía” generalmente se contempla la autonomía funcional.

No obstante, entra el juego también el término de “autonomía decisional“, por la que se entiende la gestión de sus dependencias. Por lo general, una persona dependiente puede ser autónomo decisional o no, en función del grado y tipo de discapacidad que disponga.

Por ejemplo, una persona autista con un grado de 66% es dependiente y no es capaz de autogobernarse por sí mismo, atendiendo a la “autonomía decisional”, por lo que necesita de figuras legales como la albacea.

Lo mismo ocurre con una persona mayor que padezca la enfermedad de Parkinson, por ejemplo.

Un hombre mayor prepara un plato de cocina bajo la atenta mirada de su mujer, que lo mira riéndose

¿Qué es la independencia en personas mayores?

Justamente la independencia hace alusión a la capacidad de resolver situaciones cotidianas por una persona misma, por lo que la independencia en personas mayores tiene mucho que ver con la movilidad y la realización de sus funciones, lo que se conoce como “independencia funcional”.

En este sentido, se entiende la independencia en personas mayores como la posibilidad de contar con los recursos adecuados para realizar las tareas diarias. Es decir, contar con un andador para recuperar la movilidad, o con un audífono para escuchar y relacionarse.

La independencia funcional es, por tanto, “la capacidad para mantener la independencia frente a los problemas y necesidades de la vida diaria. Un indicador claro de mejora de calidad de vida en la persona mayor.

Un chico joven experto sanitario ayuda a andar a un hombre mayor, que también se sirve de un andador, en los pasillos de una clínica.

Relación entre dependencia, autonomía e independencia

Paradójicamente entra en conflicto la relación entre estos tres conceptos y surge la siguiente cuestión: ¿por qué se opone la dependencia a la autonomía y no a la independencia?

Es aquí donde el concepto de “autonomía” se contempla desde otra perspectiva.

Para el sociólogo Edgar Morin “no existe reciprocidad entre la autonomía y la dependencia“, es decir, se puede ser autónomo y dependiente al mismo tiempo. Pero no se puede concebir la autonomía sin dependencia.

Asimismo, la autonomía tiene que ver con la voluntad, en el sentido de disfrutar de una determinación independiente.

De esta forma, se puede asegurar que una persona mayor puede ser independiente para llevar a cabo las actividades diarias pero no posee autonomía para decidir en qué momento y de qué forma quiere realizar dichas actividades.

Y puede ocurrir el caso contrario, esto es, una persona mayor puede presentar un compromiso motriz que le genere limitaciones a la hora de realizar las actividades (dependencia) pero tener la capacidad de autonomía para decidir cómo llevar a cabo esas actividades, independientemente de la ayuda o apoyo que requiera.

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