Ancianos tecnológicos: el nuevo fenómeno que afecta a personas mayores, y no tan mayores

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Lorenzo Gómez

Por: Lorenzo Gómez

Periodista, redactor experto en gerontología

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A medida que nos hacemos mayores la brecha tecnológica, irremediablemente, crece dentro de nosotros. La digitalización ha cambiado el paradigma del mundo de antes, dejando paso a un amplio abanico de posibilidades, hasta tal punto que los ancianos, y los no tanto, han tenido que aprender a marchas forzadas aquello de ‘estar en la onda’, digitalmente hablando.

A pesar de ello, continúa existiendo un grado de discriminación hacia las personas que no han querido o sabido adaptarse a los nuevos tiempos de internet.  A día de hoy, es inviable no pensar en términos que están en el inventario digital, como los smartphones, tablets, ordenadores, relojes inteligentes o cualquier otro dispositivo tecnológico ligado al siglo XXI.

Pero, ¿cómo no hacerse mayor digitalmente hablando?¿Cómo no quedarse estancado/a ante la abrumadora llegada de internet y todo lo que ello ha supuesto? Será labor de familiares, gente de confianza y cuidadores a domicilio el velar por acercar la tecnología a personas que se han quedado estancadas, en este sentido.

¿Puede ser un persona de 40 años un anciano tecnológico? Adaptarse o quedarse atrás

El término “anciano tecnológico” se utiliza para describir a personas que, a pesar de estar en edad laboral, tienen dificultades para adaptarse y utilizar las nuevas tecnologías de manera eficiente y productiva.

En muchos casos, ser un ‘anciano tecnológico’ es una realidad, ya sea por falta de contenido adaptado a sus necesidades e intereses o por diseños de interfaces digitales a menudo centrados en un público joven. O simplemente por falta de necesidad de adaptación ante la más que creciente innovación con programas y aplicaciones digitales.

Lo cierto es que la principal solución contra la exclusión digital está en una mayor alfabetización digital y en un aprendizaje constante en las herramientas. 

En medio de esta revolución tecnológica, ha surgido una problemática conocida como el edadismo digital: la discriminación y exclusión a la que se enfrentan las personas mayores (y no tanto) en el ámbito digital.

No adaptarse a las nuevas tecnologías puede ser una causa de despido en los próximos años

Durante la pandemia, el sector tecnológico fue clave para mantener las comunicaciones y la posibilidad de realizar ciertas actividades como pagos, compras online, trabajo en remoto, entre otras acciones.

Esto impulsó al sector de las nuevas tecnologías en general, y el mercado laboral registró un inesperado auge de contrataciones de trabajadores especializados. Sin embargo, con el paso de los meses se ha empezado a producir una ola de despidos en un sector que los españoles consideran que seguirá siendo clave en la creación de empleo en los próximos 5 años, seguido del comercio y la logística.

A pesar del “invierno tecnológico” que se avecina, el uso de la tecnología es fundamental para las empresas. Casi el 77% de los españoles considera que no adaptarse a las nuevas tecnologías podría ser causa de despido dentro de 5 años, según un estudio de Gi Group Holding.

2 de cada 5 españoles consideran que los trabajadores más senior podrían perder su empleo por el avance acelerado de las TIC, al necesitar más tiempo que los jóvenes para adaptarse a los cambios.

En otras palabras, la brecha digital y la incapacidad para adaptarse a la aparición de nuevas tecnologías no solo afecta a personas de edad avanzada, sino también a trabajadores que llevan unos cuantos años en su empresa y no son nativos digitales como tal.

Un señor de edad avanzada trabaja en su empresa.

La gran protagonista del próximo lustro será la Inteligencia Artificial. Tal es así, que casi 8 de cada 10 encuestados creen que las profesiones basadas en tareas más rudimentarias y repetitivas serán sustituidas por esta tecnología.

Además, según esta investigación, el perfil laboral que tendrá mayor proyección de futuro y garantías de estabilidad en la empresa privada será el de Especialista en Inteligencia Artificial (60%), seguido de Analista de Datos (51%) y Desarrolladores de Software (50%).

¿Cómo no ser un anciano tecnológico?

En primer lugar, hay que tener voluntad de no querer ser un ‘anciano tecnológico’. Es decir, mostrar interés en las nuevas tecnologías y tratar de formarse en ellas y sus actualizaciones es el punto de partida.

No es lo mismo no tener acceso a internet que no sacarle todo el provecho por falta de motivación o interés. 

Respecto a la motivación, se debe de establecer un plan, fijar una metas asumibles y no olvidarse de eliminar distracciones. No se puede empezar a usar las funciones estadísticas o trigonométricas del Excel sin antes saber añadir filas o columnas, por ejemplo, o no se puede pretender aprovecharse de los descuentos en tiendas online sin antes no saber que existen portales que ofrecen estos descuentos, extrapolado al comercio electrónico.

Es esencial fomentar la intergeneracionalidad y promover el intercambio de conocimientos y habilidades entre las diferentes generaciones.

Asimismo, los empleados deben estar dispuestos a adaptarse a los cambios tecnológicos en el lugar de trabajo. La disposición para probar nuevas herramientas y métodos puede abrir oportunidades y mejorar la eficiencia en el trabajo

Los jóvenes pueden desempeñar un papel importante en ayudar a las personas mayores, y no tanto, a familiarizarse con la tecnología y superar las barreras que enfrentan. Al mismo tiempo, las personas mayores pueden compartir su experiencia y sabiduría con las generaciones más jóvenes, creando así una comunidad digital inclusiva y diversa.

Por otra parte, existe un amplio abanico de cursos digitales sin coste alguno, como por ejemplo, los que subvenciona el SEPE. Esto puede venir perfectamente, por ejemplo, en el caso de una persona jubilada que pretenda gestionar sus finanzas desde el móvil.

Ser un ‘anciano tecnológico’ debería ser algo a poder evitar en la medida de lo posible, más allá de los peligros que entraña no adaptarse a la digitalización en cuanto a términos laborales se refiere, en unos años prácticamente cualquier acción humana llevará el sello de la tecnología. Por ello, querer es poder y no querer es sinónimo de retroceder.

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