El sector del empleo del hogar siempre ha ido un poco por detrás de otros sectores en cuestiones de derechos laborales y de bienestar social. Se puede apreciar perfectamente con la situación de las empleadas de hogar mayores, mujeres de entre 60 y 70 años que, a pesar del paso del tiempo y la falta de apoyo institucional, continúan desempeñando tareas de limpieza, cuidado y atención en los hogares ajenos.
Con pocas opciones de jubilación, derechos laborales limitados y pensiones bajas, estas trabajadoras viven una realidad de total vulnerabilidad, sin apenas reconocimiento por su arduo trabajo.
La invisibilidad de las trabajadoras del hogar sénior
El sector del empleo doméstico ha sido históricamente considerado un trabajo poco reconocido. A menudo invisibilizado, especialmente cuando se trata de mujeres mayores, estas trabajadoras se enfrentan a una doble discriminación: por su género y por su edad.
La normativa española, aunque ha avanzado en cuanto a derechos laborales en este sector, sigue dejando mucho que desear.
En 2011, España aprobó el Real Decreto 1620/2011, que reguló el régimen jurídico de las trabajadoras del hogar, reconociendo derechos como el descanso semanal, vacaciones o la cotización a la Seguridad Social.
Sin embargo, este avance no ha sido suficiente. A pesar de las mejoras, muchas de estas mujeres no están suficientemente protegidas por la legislación, debido a la falta de control en la implementación de estas normativas y a la constante informalidad en el sector.
Además, la economía sumergida sigue teniendo un peso importante a pesar de las advertencias de las autoridades competentes.
Un informe de la Fundación Comisiones Obreras (CCOO) señala que, a pesar de que el 30% de las empleadas de hogar cotizan a la Seguridad Social, muchas lo hacen de forma insuficiente, lo que afecta directamente a las pensiones que recibirán en el futuro.
La brecha de edad, también muy presente en el sector
Según el informe de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras (CCOO), el 50% de las trabajadoras del hogar tienen más de 50 años, una cifra que refleja el envejecimiento de este sector.
Muchas de ellas, a pesar de su edad, continúan trabajando debido a la escasez de alternativas laborales o la falta de pensiones suficientes para subsistir. Los motivos son diversos: la falta de acceso a la educación y la formación, los contratos precarios, las dificultades para acceder a otros sectores laborales, entre otros.
Además, a medida que avanzan en edad, la presión sobre estas mujeres aumenta, ya que los trabajos que realizan son físicamente exigentes, y muchos empleadores no están dispuestos a contratar a personas mayores para labores tan demandantes. Casos en los que hay que levantar a personas encamadas o realizar esfuerzos físicos importantes hacen que muchas profesionales con una cierta edad sufran lesiones de diferente tipo.
La situación se vuelve aún más crítica en el caso de aquellas que deben cuidar a otros mayores, un trabajo que puede resultar muy agotador cuando se llega a una edad avanzada.
Asimismo, a medida que la sociedad avanza en cuanto a tecnología y métodos de cuidado, las trabajadoras mayores pueden no tener acceso a la formación adecuada para actualizar sus habilidades, lo que las limita en términos de oportunidades laborales.
El aspecto más alarmante de la situación de las empleadas de hogar mayores es la falta de derechos laborales. Aunque existe una normativa que regula el sector, como se mencionó anteriormente, muchas de estas mujeres no se benefician de sus disposiciones debido a la informalidad laboral.
La informalidad es un factor clave en la precariedad de estas trabajadoras. Muchas de ellas trabajan de manera irregular, sin contrato, sin vacaciones, sin baja por enfermedad, y, en muchos casos, sin cotización suficiente a la Seguridad Social.
En cuanto a las pensiones, la mayoría de las trabajadoras del hogar no han cotizado lo suficiente para obtener una pensión digna.
Según datos de la Fundación Comisiones Obreras, el 60% de las empleadas de hogar ganan menos de 800 euros al mes, y solo una pequeña proporción de ellas han cotizado el tiempo necesario para poder acceder a una pensión decente. Esto coloca a muchas de ellas en una situación de pobreza extrema una vez que dejan de trabajar.
La situación de las empleadas de hogar mayores es un reflejo de las carencias del sistema laboral español. A pesar de las reformas que se han implementado, aún queda mucho por hacer para garantizar que estas trabajadoras tengan los mismos derechos que cualquier otro trabajador.
La integración de las trabajadoras del hogar en el régimen general de la Seguridad Social, el control de la informalidad en el sector y la mejora de sus condiciones laborales son pasos fundamentales para mejorar la situación.
Las políticas públicas deben prestar más atención al envejecimiento de la fuerza laboral en este sector. Las trabajadoras del hogar mayores no deben ser consideradas solo como parte de un sector económico, sino como personas con derechos, que merecen una vejez digna y un reconocimiento por su trabajo.
Principales problemas de salud de estas cuidadoras
El trabajo de cuidadora es altamente demandante tanto física como emocionalmente. Para las trabajadoras mayores de 50 años, los problemas de salud son uno de los retos más grandes. Algunas de las afecciones y lesiones más comunes son:
Lesiones musculoesqueléticas
Las cuidadoras enfrentan un alto riesgo de sufrir lesiones musculoesqueléticas, como dolores en la espalda, hombros y cuello, debido al esfuerzo físico que implica mover o levantar a personas mayores, en muchos casos con movilidad reducida. Las lesiones más comunes incluyen:
- Dolores lumbares: el levantamiento y traslado de pacientes genera una presión constante en la columna vertebral.
- Tensión en hombros y cuello: el cuidado de personas mayores requiere movimientos repetitivos que pueden generar contracturas y dolores crónicos.
- Lesiones en las muñecas y las rodillas: el trabajo de agacharse para asistir a los pacientes, así como el uso de movimientos repetitivos al administrar la higiene o asistencia, genera un alto riesgo de lesiones.
Problemas articulares
La artritis, tanto la osteoartritis como la artritis reumatoide, es común entre las trabajadoras mayores. El esfuerzo físico repetitivo puede empeorar las condiciones articulares, especialmente en las manos, codos y rodillas.
Fatiga crónica y agotamiento
El trabajo de cuidar a personas mayores es demandante, y a menudo las cuidadoras realizan turnos largos o incluso trabajos nocturnos. Esto, combinado con la falta de descanso adecuado, puede llevar a un agotamiento extremo y a la fatiga crónica, lo que afecta tanto la salud física como la mental de las trabajadoras.
Problemas de salud mental
El cuidado de personas mayores no solo exige esfuerzo físico, sino también emocional. Las cuidadoras pueden experimentar niveles elevados de estrés, ansiedad y depresión debido a la carga emocional de cuidar a personas con enfermedades degenerativas, como la demencia o el alzhéimer.
La soledad y la falta de apoyo emocional son comunes en este sector, especialmente cuando se realiza el trabajo de forma independiente en domicilios particulares.
La urgencia de visibilizar la situación
La situación de muchas empleadas de hogar que ya tienen una cierta edad ha estado invisibilizada durante décadas. Estas mujeres, que a lo largo de su vida laboral han dedicado tiempo y esfuerzo a cuidar a otros, ahora se encuentran en una etapa de su vida donde necesitan cuidado y apoyo.
Es hora de que la sociedad se haga cargo de ellas. Es urgente una reforma que garantice sus derechos laborales, unas pensiones dignas y un trato justo.
No podemos seguir ignorando a estas mujeres que han sido fundamentales para el bienestar de muchas familias. El envejecimiento laboral en el sector del empleo del hogar no debe ser una condena para estas trabajadoras. Al contrario, debe ser un momento para reconocer su esfuerzo y asegurarles una vejez digna.
¿Qué se puede hacer para mejorar la situación de estas trabajadoras?
Se han dado pasos agigantados en materia de dignificación del sector, pero todavía queda mucho margen de mejora. Aquí van algunos ejemplos:
- Mejorar las condiciones laborales y salariales: se trata de una de las principales reivindicaciones del sector. Esto incluye garantizar contratos formales con los derechos correspondientes, como la jornada laboral regular, las vacaciones pagadas y el acceso a la Seguridad Social.
- Apuesta firme por la formación continua y el acceso a la educación: para que las trabajadoras del sector puedan mantenerse competitivas en el mercado laboral y adaptarse a nuevas exigencias, es esencial proporcionarles formación continua.
Las políticas públicas deberían fomentar la creación de programas de capacitación para trabajadoras mayores, enfocándose en su bienestar físico y emocional, y ofreciendo formación en nuevas técnicas y tecnologías de cuidado.
- Programas de prevención de lesiones y salud ocupacional: resulta de vital importancia implantar este tipo de acciones. Estos programas pueden incluir entrenamientos ergonómicos, la provisión de equipos de apoyo (como sillas o dispositivos de levantamiento para personas encamadas) y servicios médicos preventivos.
- Medidas de inclusión laboral para mayores de 50 años: A nivel gubernamental y empresarial, deben establecerse políticas inclusivas que fomenten la contratación de personas mayores de 50 años en sectores como el cuidado de personas mayores.
Esto incluiría incentivos fiscales para los empleadores que contraten a trabajadoras mayores, además de garantizar la igualdad de oportunidades laborales.
- Ofrecer apoyo psicológico y emocional a estas trabajadoras: a través de programas de acompañamiento y espacios para el desahogo emocional.
Las cuidadoras mayores de 50 años de personas ancianas enfrentan una doble carga: una física debido a las exigencias del trabajo, y una sociocultural debido a la discriminación por edad.
Es fundamental que la sociedad y el sistema laboral reconozcan su valía y les ofrezcan las condiciones necesarias para un trabajo digno. La solución pasa por una mejora en las condiciones laborales, el acceso a la formación y la integración de políticas públicas que apoyen su bienestar físico y emocional, garantizando así una vejez digna para quienes dedican su vida a cuidar a otros.