María y Amparo están en el centro de una gran ciudad. Acaban de tomarse un café juntas y María le comenta a su amiga: “¡Vaya! tres euros el café. Sí que nos ha salido barato” (con tono sarcástico), a lo que Amparo le responde: “¡Pero qué dices, si es un ojo de la cara!”.
Se trata de un ejemplo rutinario y común en muchas relaciones personales y que sirve para ilustrar un estudio recientemente realizado.
Un equipo de investigadores de la Universidad de California, en San Francisco, han descubierto que la incapacidad de ciertas personas de detectar mentiras o cierto grado de sarcasmo en sus palabras puede deberse a un signo de demencia en personas adultas.
Hay una parte del cerebro que se deteriora y no es capaz de detectar el engaño
Para el estudio, un equipo de investigación californiano ha usado imágenes de resonancia magnética para examinar las partes del cerebro que muestran deterioro en las personas mayores que ya no pueden detectar el engaño. El equipo de investigación probó a 179 personas mayores mostrándoles videos en los que la gente actuó de manera no-sincera.
Además, el estudio advierte de que las personas que no son capaces de detectar las mentiras, la ironía o el sarcasmo pueden padecer a medio y largo plazo problemas neurodegenerativos como el Alzhéimer, esclerosis lateral amiotrófica, entre otras.
La parte del cerebro que permite detectar las mentiras o el engaño reside en el lóbulo frontal del cerebro, una zona que se degenera progresivamente en trastornos como la demencia frontotemporal.
A modo de ejemplo, hay una escena de la popular serie americana Big Bang Theory que tiene a Sheldon Cooper como protagonista.
Los fanáticos de la serie habrán detectado el humor lapidario de Sheldon pero uno de sus sellos más característicos es la incapacidad para detectar el sarcasmo y Leonard se aprovecha constantemente de la situación, descolocando a Sheldon.
Hasta tal punto de que el propio Leonard se lo tiene que comunicar de forma explícita cuando Sheldon vuelve a caer en la incapacidad de detectar el sarcasmo en conversaciones con otras personas.
El sarcasmo es una modalidad de frase irónica, con la cual alguien intentar poner en evidencia la ignorancia o estupidez de su interlocutor
Este estudio se publicó en 2011 examinando a 179 personas
Lo cierto es que este estudio, liderado por la Dra. Katherine Rankin ya se publicó en el año 2011 y los voluntarios sanos no tuvieron problema alguno para detectar con claridad señales de falta de sinceridad de las otras personas, todo lo contrario que los voluntarios con alguna enfermedad neurodegenerativa.
El proceso neurodegenerativo responsable de la demencia también causa el deterioro de regiones del cerebro responsables de la detección de la hipocresía e incoherencias en el razonamiento de otros
Diversos psicólogos han tratado la cuestión de la mitomanía, llegando a la conclusión de que lo que lo estimula es el círculo vicioso que lo produce.
Por esa razón, las personas que practican la mitomanía suelen acabar solas, rechazadas por amigos, familiares y parejas que están cansados de su comportamiento dañino.
Además, en los casos más extremos las personas mitómanas se acaban creyendo sus mentiras, algo parecido a lo que le ocurría a Don Quijote, es decir, que se vivía fantaseando en un mundo paralelo, donde se inventaba un mundo alternativo y aborrecía el mundo real.
Por último, diversos psicólogos han tratado la conducta de una persona mitómana para descifrar el motivo de peso que les lleva ser así, y han concluido en que tienen que inventarse más mentiras para sostener la primera.
La mentira como escudo de protección
Se conoce como el “Síndrome de Pinocho”, “mitomanía” o usar la mentira de forma patológica. Y es que las personas que usan la mentira y la implantan en su vida diaria muchas veces son conscientes del daño que causan a la otra persona.
Las características de esta mentira es que es espontánea, voluntaria, no planeada y compulsiva en aras de conseguir siempre un beneficio aunque con la intención de ocultar algún aspecto de su vida que no acepta por considerarlo indigno, vergonzoso o del que no se siente orgulloso y que no puede cambiar.
Suelen ser personas con un alto componente de ansiedad, que están muy pendientes de la imagen que dan y de la opinión que tiene el mundo sobre ellos.
La falta de seguridad y autoestima son los principales causantes de esta forma de vida, y el mentiroso/a patológico/a lo es por naturaleza como instrumento de compensación a su narcisismo maltrecho.
Estas personas inventan y fantasean situaciones con el objetivo de igualarse a los demás y la clave para desenmascararlos radica en detectar la intención de sus engaños
En definitiva, estas personas sólo buscan aceptación social y veneración de su círculo, y hay que tener en cuenta que este tipo de personas también pueden ser así debido a una demencia, o a un trastorno límite de la personalidad.
Mentiras esporádicas vs mentiras patológicas
Un estudio realizado en la Universidad de Massachusetts reveló que el 60% de las personas mienten al menos una vez durante una conversación de diez minutos, caen en lo que se conoce como “mentiras esporádicas”.
Lo que diferencia las mentiras esporádicas de las mentiras compulsivas es que estas últimas se hacen de manera constante, sin un motivo aparente, mientras que en el primer caso se suelen usar para desviar una situación incómoda.
Detrás de la costumbre de mentir compulsivamente no siempre se esconde el deseo de obtener algo o evitar un castigo, la persona que incurre en la mitomanía suele mentir sin tener un motivo válido, por compulsión, generalmente para la aprobación social.
Además, esa tendencia a mentir compulsivamente puede llevar al emisor a situarse en situaciones totalmente incómodas o a inventarse historias insostenibles.
Una especie de rueda infinita, ya que la persona mitómana, una vez descubierta, puede continuar usando la mentira como escudo y complicar aún más la situación.